dimarts, 23 d’agost del 2011

Un jueves en Fray Bartolomé de las Casas y Chisec

Estas escapadas suelen empezar a primera hora de la mañana, haciendo que los largos trayectos en coche se conviertan en largas siestas un tanto moviditas. Esta vez nos recogen a las 6 am para vivir una nueva e interesante experiencia, y nos montamos en el auto más de los permitidos, como ya es costumbre (¡cuando vamos sólo 5 da la sensación de tener demasiado espacio!). Del inicio del viaje no se acuerda nadie, a excepción de Miguel que si no se acordara me preocuparía, pues era el conductor. La primera parada fue para engullir un suculento desayuno (tortilla de queso y tocino, banano frito, frijoles, tortillas, zumo de naranja natural y cafetito). Y de nuevo en el coche, ya más desveladas y descansadas, comenzamos a conversar, escuchar historias y observar por las ventanillas. Y es que creo que observando es la mejor manera de aprender de lo que nos rodea. Chiquillos de escasos 6 años andando por las orillas de las carreteras, cargados con algún que otro material y cuidando de sus hermanos pequeños. Perros que  creen que la carretera es el mejor lugar para tumbarse a descansar. Cerdos que se consideran animales de compañía y campan a sus anchas por los alrededores de las casas sin vigilancia. Aldeas enteras pintadas con los colores y logos de los diferentes partidos políticos que, con afán de conseguir el mayor número de votos, hacen promesas a esas personas sin recursos ni conocimientos, promesas que probablemente no cumplirán jamás. O vacas de las más curiosas que hayamos visto jamás: con joroba, con orejas gachas, con demasiados kilos de menos… ¡Y es que creo que Guatemala es el único lugar en el que uno puede encontrar vacas a las que se les marcan las costillas!

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